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Comenzamos en el Paseo del Prado, con la presentación y la introducción de la actividad que nos preparaba para la visita.
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¿A dónde? A la exposición temporal “Hiperreal, el arte del trampantojo” en el Museo Thyssen. Allí nos esperaban todo tipo de trampas visuales, como pasillos inexistentes…
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Puertas que no llevaban a ningún lado...
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Cajeros que no daban dinero...
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Ventanas tapiadas, que ni eran ventanas ni estaban de verdad tapiadas...
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Papelitos y notas colgadas que parecían moverse con el viento...
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El uso de los efectos ópticos, del sombreado y de la tridimensionalidad, nos hacían caer una y otra vez en la trampa.
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¡Cuidado con ese libro que se cae!
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Las esculturas en relieve, que ni eran esculturas ni tenían relieve, es otra de las cosas que más nos impresionó. Como también esas estanterías llenas de objetos que parecía que podías coger.
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“Huyendo de la crítica”, una de nuestras obras favoritas. El personaje retratado parece querer huir del cuadro, cansado de aguantar tanto comentario desafortunado.
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En otros cuadros (que en realidad no lo eran) parecía que el protagonista ya se había marchado.
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La famosa cortinilla de Parrasio, el magnífico pintor de la Antigua Grecia, ha contado con numerosos seguidores en la historia del arte del trampantojo. Así como esas repetidas moscas que se posan en los cuadros y que, al intentar espantarlas, te hacen caer de nuevo en la trampa.
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Finalmente, la exposición terminaba con la obra “Tren elevado en Brooklyn”, realizada ex profeso para este evento mágico e hiperrealista que tan buen sabor de boca deja a los que lo visitan.
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¡Muchas gracias a todos los que participaron!