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Comenzamos el viernes con una brillante conferencia en la que repasamos la trayectoria vital y profesional de Kubrick.
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Desde su infancia y sus comienzos como fotógrafo profesional.
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Hasta sus obras maestras en el cine como director independiente, visionario y perfeccionista.
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También dimos cuenta de los proyectos no realizados, como su Napoleón Bonaparte, el cual iba a convertirse en el filme más grande de la historia del cine.
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Tras la conferencia tocaba volver a disfrutar, en pantalla grande, de una de sus películas.
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Y terminamos el viernes con un entusiasta coloquio en el que los participantes nos dieron sus opiniones y comentarios.
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La actividad cultural continuó el domingo en la Fuente de Apolo. Allí, el dios de las artes nos daba la bienvenida con una mañana muy soleada.
Tras las primeras explicaciones nos dirigimos hasta el Círculo de Bellas Artes.
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Para asistir a la exposición temporal “Kubrick, the exhibition”.
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Una maravillosa selección de objetos personales y de las películas de Stanley Kubrick nos esperaba.
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Maquetas, dibujos, efectos especiales…
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Hasta los vestuarios originales de sus películas ante nuestros ojos.
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Tardamos horas en verla. El tiempo se nos pasó volando disfrutando de cada detalle de la exposición. Sus guiones, su silla de director, fragmentos de sus películas…
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Nos hacían sentir que estábamos formando parte de ellas. Casi rodándolas junto a él.
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“2001: Una odisea en el espacio” supuso un antes y un después en el género de la ciencia ficción.
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Y son muchos los filmes posteriores que se han visto influidos por esta película.
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Verdaderamente estaba muy bien realizada la exposición.
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Parecía que el malhablado sargento de “La chaqueta metálica” nos enviaba a la guerra. Esa guerra que tanto maldecía Kubrick en sus películas antibélicas.
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Algunas partes de la exposición eran duras, como la de “La naranja mecánica”.
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Otras daban terror, como la de “El resplandor”.
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Y otras nos sumergían en el universo erótico de “Eyes wide shut”.
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Con la capa y la máscara venecianas del protagonista.
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Kubrick rodó 13 películas en sus cincuenta años de carrera cinematográfica. Prácticamente todas ellas son obras maestras en sus respectivos géneros.
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Se nos fue en el año 1999, pero no se fue del todo. Sus películas se han convertido por derecho propio en inmortales y en parte de la historia del cine. Y, algo de él, siempre nos quedará en ellas.
¡Gracias por tanto, Stanley!