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Como es costumbre, nuestro Presidente nos dio la bienvenida con una introducción a la actividad cultural.
En esta ocasión tocaba hablar de la Prehistoria y de nuestros primos lejanos, los neandertales.
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Contó con la inestimable ayuda de Francisco Dorado, socio ordinario de ADCHE, quien nos explicó brillantemente las características de este valle, un auténtico paraíso para los neandertales.
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El día salió muy bueno, lo que aumentó la belleza del paisaje.
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Un entorno verdaderamente espectacular y que ha cambiado muy poco desde la época neandertal.
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En un agradable paseo...
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...llegamos hasta el yacimiento arqueológico de Pinilla del Valle.
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Allí nos esperaba Gonzalo, paleontólogo del yacimiento, el cual nos hizo de guía del mismo.
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La clase magistral que nos dio fue muy especial.
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Ayudado con fotografías y réplicas fósiles nos acercó al mundo neandertal de una forma muy amena e instructiva.
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Tras la introducción que nos hizo pasamos a ver los yacimientos arqueológicos, en la actualidad cubiertos con plásticos y maderas para su mayor protección.
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La fortuna quiso sonreírnos ese día, pues nuestra visita coincidió con el trabajo de operarios colocando esas cubiertas y nos permitió ver partes de las cuevas que normalmente están tapadas.
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Aprendimos mucho sobre el modo de vida de los neandertales en este lugar, y también sobre la importancia de las hienas y la gran información que aportan a los paleontólogos.
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Desde la colina en la que se encuentran los yacimientos las vistas de todo el valle eran espectaculares.
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Cuando pensábamos que la visita había terminado, Marcos nos sorprendió con un último juego. Nos íbamos a convertir en neandertales e íbamos a intentar sobrevivir como ellos.
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Y en marcha que nos pusimos, con nuestro grupo de cazadores-recolectores.
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Buscábamos un refugio donde poder situar nuestro campamento...
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Y vaya que si lo encontramos, una cueva neandertal, intacta, que no había perdido su techo (a diferencia de las cuevas de los yacimientos que antes habíamos visitado).
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Ocupada la cueva...
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Tocaba hacer inventario de la comida recolectada...
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Unas almendras naturales, partidas convenientemente, fueron el manjar del día.
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Las explicaciones continuaron y aprendimos algo más sobre los grupos neandertales, el arte rupestre, la música…
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Finalmente, en nuestro tiempo libre, tuvimos la posibilidad de bajar hasta el río Lozoya y sentirnos auténticos cazadores neandertales acechando a las manadas que se acercaban a beber.
Un paisaje precioso que guardaremos siempre en nuestras retinas.
¡Qué ganas de volver!